CONTESTACIÓN: Hace diez años, habría dicho que probablemente no tiene sentido. Pero la ciencia sigue aprendiendo cosas nuevas sobre el cuerpo humano. La cantidad de calorías que ingieres y la actividad que realizas siguen siendo importantes… y mucho.
Pero varios estudios realizados en la última década han demostrado que comer tarde podría dificultar la pérdida de peso.
Un nuevo estudio del Hospital Brigham and Women’s y la Facultad de Medicina de Harvard pretendía comprobar si era cierto y, lo que es más importante, ver qué cambios se producen en el organismo para que sea cierto.
Dieciséis adultos jóvenes con sobrepeso u obesidad aceptaron participar en un experimento que duró varios meses. El estudio controlaba sus comidas y su actividad física.
Durante el periodo de estudio de “comidas tempranas”, realizaban la primera comida a las 9 a.m. y la última a las 5 p.m.
Durante el periodo de estudio de “comidas tardías”, realizaban la primera comida al mediodía y la última a las 8:30 p.m. Cada periodo de estudio incluía una tercera comida a medio camino entre la primera y la última.
Es importante destacar que la cantidad total de calorías durante los dos periodos de estudio y la actividad física fueron idénticas: sólo diferían los horarios de las comidas.
Comer tarde aumentaba mucho el hambre, disminuía los niveles de una hormona que reduce el apetito (la leptina), aumentaba la cantidad de grasa almacenada y disminuía la cantidad de grasa quemada durante las 24 horas del día.
Comer tarde lo hacía cambiando la actividad de los genes que controlan la quema y el almacenamiento de grasa.
Así pues, este nuevo estudio confirmó estudios anteriores que afirmaban que comer tarde favorecía el aumento de peso, y el estudio también demostró por qué.
Aunque se trata de un estudio pequeño y debe ser confirmado por otros científicos, para mí tiene sentido. Hace varios años, mi mujer y yo decidimos empezar a tomar un desayuno abundante y una segunda comida abundante a media tarde, con tentempiés saludables (frutos secos, fruta) entre medias, y quizá un postre hacia las 6 de la tarde.
Tres cosas quedaron claras rápidamente. En primer lugar, para nuestra sorpresa y deleite, no sentíamos hambre. Segundo, como esperábamos y deseábamos, empezamos a perder peso. En tercer lugar, y de forma inesperada, dormíamos más profundamente por la noche.
Una cena con amigos a una hora “normal” va seguida invariablemente de una mala noche de sueño. Varios estudios recientes han descubierto el mismo efecto de cenar tarde en la calidad del sueño.
Así que te recomiendo que pruebes nuestro programa de dos comidas copiosas, o al menos que la última de tus tres comidas termine antes de las 5 de la tarde.