Harvard Medical School
Siga estos consejos antes, durante y después del vuelo, sobre todo a la hora de pedir una bebida.
Si tiene previsto viajar en avión durante las fiestas o para pasar las vacaciones de invierno, puede que le convenga prepararse un poco más si padece (o corre el riesgo de padecer) una enfermedad cardiaca.
Para la mayoría de las personas, bastarán las sencillas precauciones que se describen a continuación. Pero consulte a su médico antes de reservar un vuelo si ha sufrido recientemente un infarto o se ha sometido a algún tipo de intervención cardíaca.
Antes de despegar
Anote los números de teléfono de su médico de cabecera (y de su cardiólogo, si procede) en una tarjeta o en un pequeño cuaderno, por si se le estropea el móvil.
Incluya su estado de salud actual y una lista de sus recetas, que necesitará en caso de emergencia.
«Lleva todos los medicamentos recetados en la maleta de mano y asegúrate de llevar dosis adicionales por si el viaje se retrasa», dice la Dra. Yuliya Mints, cardióloga del Hospital Beth Israel Deaconess, afiliado a Harvard. Es más seguro -y en muchos estados y países, obligatorio- dejarlos en el envase original etiquetado.
Toma nota de la diferencia horaria entre tu lugar de residencia y el de destino. Lo ideal es seguir un horario fijo y tomar la medicación (sobre todo la tensión arterial y los anticoagulantes) según la zona horaria de origen, dice la doctora Mints. Sugiere programar una alarma en el teléfono o en el reloj a modo de recordatorio.
En el aeropuerto, los escáneres de cuerpo entero que se utilizan habitualmente en los controles de seguridad son seguros para las personas con marcapasos o desfibriladores cardioversores implantables.
Pero estos dispositivos pueden activar las alarmas de los detectores de metales de paso, que se utilizan en determinadas circunstancias. Lleve consigo la tarjeta de identificación de su dispositivo por si tiene que enseñársela al personal de seguridad, dice el Dr. Mints.
En el aire
Cuando los auxiliares de vuelo le ofrezcan bebidas, resista la tentación de pedir una bebida alcohólica. «Incluso en tierra, beber alcohol puede aumentar el riesgo de fibrilación auricular e hipertensión arterial», dice el Dr. Mints.
Pero beber a bordo puede suponer peligros añadidos, sobre todo para las personas propensas a padecer enfermedades cardiovasculares, según un estudio publicado en línea el 3 de junio de 2024 por la revista Thorax.
Para el estudio, los investigadores asignaron aleatoriamente a 48 adultos sanos a pasar dos noches durmiendo con una presión atmosférica normal o con el equivalente a la presión de cabina de un avión.
Los participantes permanecieron sobrios una noche, pero bebieron alcohol (el equivalente a dos cervezas o dos vasos de vino) la otra. También llevaban dispositivos que medían el oxígeno en sangre y la frecuencia cardiaca.
En comparación con las personas que dormían con una presión atmosférica normal, las que dormían con la presión de la cabina del avión tenían niveles de oxígeno en sangre más bajos y frecuencias cardiacas más altas.
Si se añadía alcohol a la mezcla, los niveles de oxígeno bajaban aún más y la frecuencia cardiaca aumentaba todavía más. Estos cambios podrían ser peligrosos para las personas mayores con riesgo de sufrir problemas cardiacos, dice el Dr. Mints.
Pero beba mucha agua, que tiene la ventaja añadida de que le obliga a levantarse para ir al baño. En un vuelo largo, caminar un poco cada hora ayuda a mejorar la circulación de las piernas, al igual que flexionar los pies y girar los tobillos.
Esto puede reducir las probabilidades de que se forme un coágulo de sangre, aunque el riesgo global de que se produzca un coágulo de este tipo (conocido como trombosis venosa profunda o TVP) es bastante bajo.
Los médicos suelen recomendar que las personas con antecedentes de TVP lleven medias de compresión (calcetines elásticos por debajo de la rodilla que aprietan suavemente las pantorrillas) cuando vuelen.
En su destino
Si sus vacaciones implican más actividad de la que acostumbra a hacer habitualmente, tómeselo con calma el primer día o los dos primeros. Esto es especialmente importante si viaja a un destino de gran altitud, como una estación de esquí.
Cuanto mayor sea la altitud, menor será la concentración de oxígeno en el aire. En respuesta, la frecuencia cardiaca y la tensión arterial aumentan temporalmente hasta que el organismo se adapta al menor nivel de oxígeno, normalmente en unos pocos días.
Como norma general, no suba a más de 2.000 metros el primer día y dé tiempo a su cuerpo para adaptarse antes de subir más o realizar cualquier ejercicio extenuante. La mayoría de las personas con cardiopatías estables pueden ascender hasta los 3.000 metros.
En caso de que necesite atención médica fuera de casa, los CDC ofrecen información útil, incluidos recursos para localizar servicios médicos en el extranjero.
Niveles de oxígeno en destinos de gran altitud en América
Si vive cerca del nivel del mar y viaja a Denver, a una altitud de 1.500 metros, es posible que no note el cambio de altitud, aunque haga ejercicio intenso. El descenso medio del VO2 máximo (la cantidad máxima de oxígeno que puede utilizar durante un ejercicio intenso) es de sólo el 1%.
En Park City, Utah (7.001 pies), la reducción es del 9%. Pero si subes al telesilla más alto de Norteamérica, en Breckenridge, Colorado (3.000 metros), notarás la diferencia. A esa altitud, la reducción del VO2 máximo es de aproximadamente el 25%.