Bañarse con demasiada frecuencia
Ducharse todos los días puede ser un hábito, pero a menos que estés sucio o sudes mucho, puede que no necesites bañarte más que unas pocas veces a la semana. El lavado elimina la grasa y las bacterias saludables de la piel, por lo que bañarse con demasiada frecuencia podría provocar sequedad y picor en la piel y permitir la entrada de bacterias malas a través de la piel agrietada.
Cuando expones tu cuerpo a la suciedad y las bacterias normales, en realidad ayudas a fortalecer tu sistema inmunitario. Además, ducharse con demasiada frecuencia supone un derroche de agua. Aun así, asegúrate de lavarte las manos con frecuencia.
Usar el jabón equivocado
Los jabones antibacterianos pueden matar demasiadas bacterias, incluidas las buenas. Esto puede permitir la entrada de bacterias malas resistentes a los antibióticos.
Los jabones fuertes pueden resecar la piel, así que opta por jabones suaves con aceites añadidos, limpiadores suaves o geles de ducha con humectantes añadidos. Si tienes eccema o la piel sensible, los jabones perfumados pueden irritarla. Utiliza jabones sin perfume.
No lavar la toalla con suficiente frecuencia
Las toallas húmedas son un caldo de cultivo para bacterias, levaduras, moho y virus. Una toalla sucia puede provocar hongos en las uñas de los pies, tiña inguinal, pie de atleta y verrugas. ¡Qué asco! Para evitarlo, cambia o lava tu toalla al menos una vez a la semana y asegúrate de que se seca entre uso y uso.
Cuélgala extendida en un toallero en lugar de colgarla de un gancho para que se seque más rápido. Lava las toallas más a menudo cuando estés enfermo y si tu casa es húmeda, como durante el verano.
No limpiar el estropajo
Los estropajos son estupendos para fregar, pero sus recovecos son el escondite perfecto para los gérmenes. Debes limpiar el estropajo semanalmente sumergiéndolo en lejía diluida durante cinco minutos y aclarándolo bien. Aunque es conveniente guardarla en la ducha, es más seguro sacudirla y colgarla en un lugar fresco donde se seque más rápido. Debes cambiar la esponja natural al menos cada 3 o 4 semanas y la de plástico cada 2 meses.
Agua caliente a chorro
Una ducha larga y caliente sienta muy bien, sobre todo en invierno, pero el agua caliente elimina los aceites naturales de la piel y puede dejarla seca y con picores. Protégete la piel con agua templada y duchándote entre 5 y 10 minutos. Esto es especialmente importante si padeces algún tipo de afección cutánea, como eczema o psoriasis.
Lavarse el pelo con demasiada frecuencia
A menos que tengas el cuero cabelludo graso, probablemente no necesites lavarte el pelo a diario. Si tienes el pelo rizado, áspero o tratado químicamente, lávatelo con menos frecuencia para evitar que se reseque demasiado.
Prueba a dejar pasar más tiempo entre lavados y verás qué tal te sienta. Aunque hagas ejercicio o sudes todos los días, lo mejor es que te laves el pelo con regularidad. A medida que envejeces, no necesitas lavarte el pelo con tanta frecuencia porque el cuero cabelludo produce menos grasa.
No instalar una barra de sujeción
Decenas de miles de personas en EE.UU. se caen y se hacen daño cada año mientras se bañan o entran o salen de la bañera o la ducha. Una barra de sujeción puede ayudar a evitar las caídas. También es buena idea colocar alfombrillas antideslizantes dentro de las bañeras y duchas.
No limpiar el cabezal de la ducha
El cabezal de la ducha es un hogar ideal para las bacterias, a las que les encanta crecer en sus pequeños agujeros húmedos y oscuros. Cuando el agua corre, las bacterias pueden entrar en el aire que respiras. Esto es difícil de evitar, pero puede quitar y limpiar el cabezal de la ducha en agua hirviendo para ayudar a matar las bacterias.
También ayuda dejar correr el agua caliente durante un minuto antes de meterte en la ducha, y vaciar toda el agua posible del cabezal cuando hayas terminado de bañarte.
No hidratarse justo después
La loción, la crema o cualquier crema hidratante actúa atrapando la humedad en la piel. El mejor momento para ponérsela es justo después del baño. Aplícate la crema hidratante a los pocos minutos de secarte.
Usar jabón donde no se debe
No todas las zonas del cuerpo necesitan jabón para limpiarse. Limita el jabón a las axilas, las ingles, los pies, las manos y la cara, y utiliza agua tibia en el resto del cuerpo. Así evitarás que la piel se reseque demasiado.
Utilizar jabón en la vagina puede irritarla y alterar el equilibrio de las bacterias naturales, lo que puede provocar vaginosis bacteriana.
Cubre los pequeños cortes
No es necesario mantener secos los cortes menores ni cubrirlos para ducharte. Si tienes una herida leve, lo mejor es que te quites la venda y la limpies todos los días con agua tibia y jabón, y la ducha es un buen lugar para hacerlo. Ponte una venda nueva después de secarte. Tu médico te dirá cómo cuidar las heridas más graves.
No poner en marcha el ventilador del baño
El cuarto de baño puede volverse muy húmedo durante el baño o la ducha y, con el tiempo, la humedad del aire puede dañar la carpintería y los paneles de yeso. También es un buen hogar para el moho y las bacterias. Encienda el ventilador del baño cada vez que se bañe para ayudar a controlar la humedad, y déjelo encendido hasta que la humedad baje después de ducharse.
No limpiar la cortina de la ducha
Las cortinas de ducha pueden ser un escondite para las bacterias. Para la mayoría de la gente, la espuma de jabón que se acumula es simplemente asquerosa, pero si su sistema inmunológico está comprometido podría ser un problema. Limpia o cambia la cortina de la ducha con regularidad para mantenerte a salvo.