La depresión es una de las principales cargas sanitarias como consecuencia del impacto social que provoca, del elevado precio del tratamiento, el alto índice de suicidios, las altas tasas de cronicidad y el incremento de la mortalidad debido a su asociación con enfermedades crónicas.
Según el Libro Blanco sobre la Depresión, se estima que en España en torno a un 25-30% de los pacientes que consulta a médicos de Atención Primaria padece trastornos mentales, y esta población se incrementa hasta un 40% cuando se incluyen los trastornos mentales menores.
La depresión y la ansiedad supone el 80% del total de los trastornos mentales atendidos, aunque según algunos estudios, las depresiones graves afectan a un 11% de todos los pacientes por depresión, las depresiones leves (52%) y las moderadas (36%) son las más prevalentes, otros estudios sostienen que la proporción se situaría en torno al 30% para las graves y al 70% para las depresiones leves moderadas.
Sin embargo, los expertos estiman que la mitad de las depresiones y los trastornos bipolares, que antes se conocía como maníaco-depresivos, no están diagnosticadas.
Además, la enfermedad afecta tanto a hombres como a mujeres, aunque la proporción sea aproximadamente de 1 a 2 y el riesgo de sufrir depresión se estima en un 3-5% para el hombre y un 8-10% para la mujer; de cualquier condición social y de cualquier edad, aunque determinados periodos vitales como la adolescencia, el posparto, la menopausia o la edad avanzada acentúen su incidencia.
Numerosos estudios coinciden en señalar que el perfil del paciente depresivo se corresponde con el de una mujer de entre 20 y 55 años (el 55% de los pacientes con depresión tiene más de 40 años) que “a raíz de un problema o de un acontecimiento vital traumático desarrolla sentimientos de culpa, tristeza, baja autoestima o ideas relacionadas con la muerte, y que cuando llega a la consulta del especialista no piensa que pueda tener un problema emocional”, explica Grupo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN).
En más del 80% de los casos, el tratamiento y el seguimiento de los pacientes con trastornos mentales es asumida por el médico de primaria.
Sólo entre el 10 y el 15% de los pacientes llega a las consultas de psiquiatría.
“Eso supone que los médicos de familia detectan y resuelven entre el 85 y el 90% restante, y asumen el tratamiento de los pacientes y su control”, señala.
Ahora bien, en atención primaria, dice Arbesú, recibimos muchos problemas emocionales que no son depresión “si no problemas de la vida diaria” y se engloban dentro de las clasificaciones de las enfermedades mentales en los llamados “códigos Z”.
La depresión, explica, tiene unos criterios claros en las clasificaciones DSM IV TR y en la CIE 10 (criterios de clasificación de enfermedades mentales) que son por las que los médicos debemos realizar el diagnóstico.
La mayoría de las veces la depresión tiene una presentación leve o moderada y puede ser tratada por el medico de familia y cuando es grave(conducta suicida, síntomas psicóticos, depresión recurrente…) se deriva a salud mental.
“El médico de familia es la clave para alcanzar una detección precoz aunque es cierto que disponemos de poco tiempo y éste es una de los problemas de organización y gestión que tiene actualmente la atención primaria”.
Ello hace que en ocasiones se demore la transición de primaria a atención especializada en meses.
El coste de la depresión
Las enfermedades mentales suponen un coste equivalente al 3-4% del PIB europeo, debido, en gran medida, a las pérdidas de productividad, las jubilaciones anticipadas y la percepción de pensiones por discapacidad de las personas afectadas.
“Entre los costes intangibles, se encuentran los relacionados con el modo en que la sociedad trata a las personas aquejadas de estos trastornos: personas que siguen sufriendo exclusión, estigmatización, discriminación o falta de respeto a sus derechos fundamentales. Asimismo, hay que considerar la sobrecarga de los cuidadores y familiares de las personas afectadas”.