Su objetivo es:
“sincronizar nuestro corazón con nuestra mente para lograr así una vida más plena”.
El sendero para liberarnos de ataduras insanas de nuestra mente, como los egos excesivos o los pensamientos nocivos y apetencias “que nos someten a una esclavitud raramente reconocida por nosotros mismos, pero de la que podemos prescindir con atención, lucidez y sabiduría”.
Expertos Pioneros en la introducción del yoga pretenden que identifiquemos primero nuestro estado mental y la naturaleza de nuestros pensamientos, reacciones y emociones, para trabajarlos con la meditación y poner en práctica “el método irrebatible del amor y del trabajo consciente”.
Emocionalmente
Las emociones de cada persona siguen sus propias leyes y no hay que reprimirlas sino regularlas “mediante la conciencia alerta y la reflexión lúcida y una voluntad bien definida”.
Lo imprescindible, a su juicio, es combatir las emociones negativas cortándolas desde su propia raíz cuando es posible, para evitar que se retroalimenten y cultivar las emociones positivas tanto como sea posible, expresando las Saludables y constructivas.
Estos experto nos aconsejan también no dejarse llevar por los impactos que desencadenan las emociones negativas o influencias nocivas procedentes del exterior y mantener la ecuanimidad ya que, como decía Buda, “los demás me insultan, pero yo no recibo el insulto”.
Y, como recurso final, sería necesario practicar la meditación, “para sanear el inconsciente, transformar las emociones negativas y poder ir así quemando los condicionantes que las provocan y crean tendencias nocivas”.
“La ira no es tuya, no te pertenece, viene y se marcha y lo que tienes que hacer es verla y no dejarte atrapar por ella, porque pierde su impulso por sí misma si no nos identificamos con ella, mientras que puede arrebatarnos el juicio y hacernoslo perder si la acogemos en nuestro seno”.
Se puede aprender a amar
Sobre nuestra vida afectiva asegura que no debe basarse “ni en idealizaciones, ni en menosprecios, ni en expectativas ni en desesperanzas” y propone cultivarla día a día, momento a momento, “ya que si uno no está atento, se desbaratará hasta convertirse en imposible”.
Se puede aprender a amar, “pero es que, además, se puede aprender a demostrar mejor el amor y a no dejar que se torne una afectividad neurótica, posesiva, exigente, manipuladora sino equilibrada, bella, fértil e integradora”.
“La relación afectiva no debe serlo de competencia, de lucha de egos, sino de confianza, respeto y comprensión, se trate de una relación entre padres e hijos, hermanos, amigos o amantes”.
A su juicio, los obstáculos para que una relación no fructifique pasan por el afán de posesión, los celos, la inestabilidad emocional, el mal humor, la anestesia emocional, la labilidad emocional, el egocentrismo y la negligencia.
Los aliados del amor
Por el contrario, los aliados del amor pasan por el cariño y la expresividad afectiva, la buena relación con uno mismo y una equilibrada autovaloración, junto con una actitud de dedicación y cooperación con la otra persona, disciplina, lucidez y sabiduría, humildad y espontaneidad, respecto, paciencia, tolerancia y sensibilidad.
“Hay que saber valorar a las personas con las que nos relacionamos, cuidarlas, atenderlas y no herirlas, para lo que se requiere estar autovigilante, ser ecuánime y evitar toda conducta de acritud y desprecio, mordacidad o menoscabo de la autovaloración de los otros”.
“El control de uno mismo es muy necesario y uno no se puede permitir, en la medida de los posible, que su pérdida ocasione lesiones morales o anímicas a otras personas, a menudo, injustas”.
Y es que, a su juicio, “muchas personas brillan con la mente, pero emocionalmente son una calamidad”, como lo sentencia Buda:
“Dieciséis veces más importante que la luz de la luna es la luz del sol;
Dieciséis veces más importante que la luz del sol es la luz de la mente;
Dieciséis veces más importante que la luz de la mente es la luz del corazón“.