Un ataque de pánico es un breve periodo de angustia, ansiedad o miedo extremos que comienza repentinamente y va acompañado de síntomas físicos y/o emocionales. El trastorno de pánico implica ataques de pánico recurrentes que conducen a una preocupación excesiva por futuros ataques y/o cambios de comportamiento destinados a evitar situaciones que podrían desencadenar un ataque.
- Los ataques de pánico pueden causar síntomas como dolor en el pecho, sensación de ahogo, mareos, náuseas y dificultad para respirar.
- Los médicos basan el diagnóstico en la descripción que hace la persona de los ataques y su temor a sufrirlos en el futuro.
- El tratamiento puede incluir antidepresivos, ansiolíticos, terapia de exposición y psicoterapia.
Los ataques de pánico son frecuentes y se dan en al menos el 11% de los adultos cada año.
La mayoría de las personas se recuperan de los ataques de pánico sin tratamiento, pero unas pocas desarrollan un trastorno de pánico.
Los ataques de pánico pueden producirse como parte de cualquier trastorno de ansiedad. También pueden darse en personas con otros trastornos mentales (como la depresión). Algunos ataques de pánico se producen en respuesta a una situación específica.
Por ejemplo, una persona con fobia a las serpientes puede sentir pánico cuando se encuentra con una serpiente. Otros ataques se producen sin ningún desencadenante aparente.
El trastorno de pánico se produce cuando las personas temen sufrir más ataques de pánico y/o cambian su comportamiento para intentar evitarlos. El trastorno de pánico afecta anualmente a entre el 2 y el 3% de la población. Las mujeres tienen 2 veces más probabilidades que los hombres de padecerlo.
El trastorno de pánico suele comenzar al final de la adolescencia o al principio de la edad adulta.
Síntomas de los ataques de pánico y del trastorno de pánico
Un ataque de pánico implica la aparición repentina de miedo o malestar intensos más al menos 4 de los siguientes síntomas físicos y emocionales:
- Dolor o malestar en el pecho
- Sensación de ahogo
- Mareo, inestabilidad o desmayo
- Miedo a morir
- Miedo a volverse loco o a perder el control
- Sensación de irrealidad, extrañeza o distanciamiento del entorno
- Sofocos o escalofríos
- Náuseas, dolor de estómago o diarrea
- Entumecimiento u hormigueo
- Palpitaciones o aceleración del ritmo cardíaco
- Falta de aliento o sensación de ahogo
- sudoración
- Temblores
Los síntomas de los ataques de pánico incluyen muchos tipos de síntomas físicos, y las personas a menudo se preocupan de tener un problema médico peligroso relacionado con el corazón, los pulmones o el cerebro.
Por ejemplo, durante un ataque de pánico puede aparecer dolor en el pecho, y la gente puede preocuparse de estar sufriendo un ataque al corazón.
Los síntomas graves o persistentes deben ser evaluados por un médico. Sin embargo, una persona puede consultar a un médico o visitar el servicio de urgencias de un hospital muchas veces hasta que se haga el diagnóstico correcto de ataque de pánico.
Aunque los ataques de pánico son incómodos -a veces extremadamente- no son peligrosos.
Los síntomas suelen alcanzar su punto álgido en 10 minutos y desaparecer en pocos minutos, por lo que es posible que el médico no pueda observarlos directamente.
Dado que el motivo de un ataque de pánico no suele estar claro, las personas que los sufren suelen anticiparse y preocuparse por otro ataque -una afección denominada ansiedad anticipatoria- e intentan evitar situaciones que asocian con ataques de pánico anteriores.
La frecuencia de los ataques puede variar enormemente. Algunas personas tienen ataques semanales o incluso diarios durante meses, mientras que otras tienen varios ataques diarios seguidos de semanas o meses sin ataques.
El trastorno de pánico suele ir acompañado de al menos otra afección. Otros trastornos de ansiedad, la depresión mayor, el trastorno bipolar y el trastorno leve por consumo de alcohol son los trastornos mentales coexistentes más frecuentes.
Entre las afecciones médicas coexistentes más comunes se incluyen los ritmos cardíacos anormales, el hipertiroidismo, el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
Diagnóstico de los ataques de pánico y el trastorno de pánico
- Evaluación de un médico, basada en criterios de diagnóstico psiquiátrico estándar.
Dado que los trastornos físicos graves suelen causar algunos de los mismos síntomas físicos y emocionales que los ataques de pánico, los médicos primero se aseguran de que las personas no tengan un trastorno físico.
El médico recopila información sobre la experiencia de la persona con los ataques y puede realizar pruebas para detectar otros problemas.
El trastorno de pánico se diagnostica cuando las personas sufren repetidos ataques de pánico no provocados e inesperados, además de al menos uno de los siguientes síntomas durante al menos un mes:
- Preocupación persistente por tener más ataques de pánico o preocupación por las consecuencias del ataque (por ejemplo, que pierdan el control o se vuelvan locos).
- Cambios en el comportamiento debido a los ataques de pánico (por ejemplo, evitar situaciones que puedan provocar un ataque).
Una vez que los médicos están seguros de que los síntomas de una persona están causados por un trastorno de pánico, intentan evitar realizar pruebas exhaustivas cuando se producen futuros ataques de pánico, a menos que los síntomas de la persona o los resultados de la exploración física sugieran un nuevo problema.
Tratamiento de los ataques de pánico y del trastorno de pánico
- Antidepresivos y/o ansiolíticos
- Psicoterapia, incluida la terapia de exposición, la terapia cognitivo-conductual y la psicoterapia interpersonal
Sin tratamiento formal, algunas personas se recuperan, sobre todo si siguen enfrentándose a situaciones en las que se han producido ataques. En otros casos, los síntomas aparecen y desaparecen durante años.
Sin embargo, si las personas han tenido ataques frecuentes y han cambiado su comportamiento para evitar futuros ataques, suele ser necesario el tratamiento con medicamentos y/o psicoterapia.
Las personas con trastorno de pánico son más receptivas al tratamiento si comprenden que el trastorno implica procesos tanto físicos como psicológicos y que el tratamiento puede controlar normalmente los síntomas.
Medicamentos
Los medicamentos que se utilizan para tratar el trastorno de pánico incluyen
- Antidepresivos
- Medicamentos ansiolíticos como las benzodiacepinas
La mayoría de los tipos de antidepresivos –antidepresivos tricíclicos (ATC), inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO), inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), moduladores de la serotonina e inhibidores de la recaptación de serotonina-norepinefrina (IRSN)- son eficaces.
Las benzodiacepinas actúan más rápido que los antidepresivos, pero pueden causar dependencia y es más probable que provoquen somnolencia, alteraciones de la coordinación, problemas de memoria y lentitud de reacción.
Los ISRS o IRSN son los medicamentos preferidos porque son tan eficaces como los otros fármacos pero suelen tener menos efectos secundarios.
Por ejemplo, es mucho menos probable que causen somnolencia y no provocan dependencia de los fármacos, aunque si se interrumpen bruscamente, la mayoría de los ISRS e IRSN pueden causar síntomas de abstinencia molestos (p. ej., mareos, fatiga, dolor de cabeza, náuseas).
Al principio, se puede administrar una benzodiacepina y un antidepresivo. Cuando el antidepresivo empieza a hacer efecto, se suele reducir la dosis de benzodiacepina y luego se deja de tomar. Sin embargo, para algunas personas, la benzodiacepina es el único tratamiento eficaz a largo plazo.
Los medicamentos pueden prevenir o reducir en gran medida el número de ataques de pánico. Sin embargo, sin psicoterapia, es posible que los medicamentos no ayuden a las personas a preocuparse menos por futuros ataques y a dejar de evitar situaciones que provocan ataques de pánico.
Es posible que haya que tomar un medicamento durante mucho tiempo porque los ataques de pánico suelen reaparecer una vez que se deja de tomar.
Psicoterapia
La mayoría de las psicoterapias dirigidas a los trastornos de ansiedad -incluido el trastorno de pánico- enseñan técnicas que promueven la relajación.
Las estrategias de relajación incluyen la atención plena, la meditación, la hipnosis, el ejercicio y la respiración lenta y constante.
Estas estrategias son un componente importante de la terapia, ya que reducen la ansiedad y permiten continuar con una psicoterapia que puede provocar ansiedad.
La terapia cognitivo-conductual (TCC) ha demostrado ser eficaz para el trastorno de pánico. TCC es un término utilizado para describir varias terapias de conversación que se centran en el pensamiento disfuncional y/o el comportamiento disfuncional.
Las personas pueden tener su propio ciclo de pensamiento, distinto pero disfuncional, que puede inducir ansiedad y/o pánico.
Por ejemplo, una persona puede tener una preocupación básica por sufrir un ataque al corazón y dedicar una cantidad desmesurada de tiempo a explorar su cuerpo en busca de signos de un ataque al corazón.
Si siente una punzada en el pecho, puede iniciar un ciclo que le lleve rápidamente a la creencia errónea de que está a punto de morir. La TCC consiste en aclarar estos ciclos y enseñar a los pacientes a reconocer y controlar sus pensamientos distorsionados y falsas creencias.
De este modo, son más capaces de modificar su comportamiento para que sea más adaptativo. Además, el tratamiento les anima a exponerse gradualmente a situaciones que podrían inducir el pánico, desensibilizando así su supuesta asociación entre el entorno y los síntomas.
Se puede enseñar a las personas lo siguiente
- A no evitar las situaciones que provocan ataques de pánico
- A reconocer cuándo no es probable que sus miedos tengan consecuencias negativas.
- A responder con una respiración lenta y controlada u otras técnicas que fomenten la relajación.