1.- “No voy a ser capaz de hacerlo”.
Tener inseguridad es ser vulnerable, un juego perverso en el que el mundo se maximiza y se convierte en opresor, al mismo tiempo que se minimiza uno mismo y se convierte en altamente vulnerable. Vivir es un reto cotidiano en el que la persona ansiosa duda de sí misma en todo. Para sentirse segura, ésta cuenta con lugares, objetos o personas santuario, creadas para rebajar aquello que le altera, desde algún familiar referencial a llevar el móvil encima o vivir cerca de un hospital.
2.-“Sé que todo va a ser un desastre”.
El ansioso es pesimista, siempre ve las consecuencias aversivas de los hechos, incluso fantaseando con ellos o creyéndose que tales fantasías van a cumplirse con seguridad. Para él, si algo malo puede suceder, sucederá. Los logros o las satisfacciones no las valora como merecen. En un extremo se tienen pensamientos fatalistas y catastrofistas que equivocan, cuando no bloquean, su libertad.
3.-“Tengo que hacerlo todo perfecto; si fallo, defraudo”.
La alta autoexigencia que contempla la persona ansiosa determina que ésta juzgue permanentemente todas y cada una de sus ejecuciones; en definitiva, qué se hace y cómo se hace. La adquisición infantil de sentimientos como el “tengo que hacerlo bien” va progresando de manera perversa hacia otro como “no puedo fallar” o, incluso, “si fallo defraudo o traiciono”. Los errores, pues, adquieren un sentido sobredimensionado.
4.-“Si no me valoran, es que no sirvo”.
Tiende a dar una enorme importancia a la presencia o valoración de los demás, llegando al extremo de entender que no hay nada más duro que el ser desconsiderado o ninguneado porque le hace sentirse excluido. Su vergüenza, en términos de trastorno, puede conducir a la fobia social. El disimulo es otra reacción.
5.-“Tengo miedo a que me pregunten qué me pasa”.
La persona ansiosa quiere mantener el control porque de esta forma evita perderlo y que le pregunten qué le pasa, por ejemplo. Se puede temer a perder el control durmiendo, distrayéndose o comiendo demasiado. El hecho de relajarse es observado como favorecedor de la pérdida de autodefensa y, por tanto, un modo de dar pie a la vulnerabilidad. No se puede bajar la guardia.
6.-“Todos los días, todos, me levanto a esta hora” o “siempre que voy allí, tomo este camino”.
Lo no programado o lo que se escapa de lo rutinario o lo previsible es percibido como altamente amenazante y, por ello, generador de ansiedad. La rutina ampara, la sorpresa altera y no es positiva, para nada. Por ejemplo, el trabajo es más tranquilizador que el día libre porque puede que no se haga o pase aquello que se espera. La rutina es balsámica, mientras que su ruptura es desestabilizante.
7.-“Ese hormigueo en los dedos va a ser grave, fatal”.
La personalidad ansiosa dota, con facilidad, de significado aquello que se considera inocuo y no es vitalmente comprometedor. En su universo de amenazas todo es trascendente y cualquier situación, un mal síntoma que tiene resultados fatales. Lleva lo pequeño al todo, dotándole de fatalismo.
8.-“He leído que esto es mortal, seguro que es lo que me pasa a mí”.
La influenciabilidad en términos negativos y en un trastorno de ansiedad– llega a límites exagerados. Escuchar algo acerca de la salud en general puede llevar a la persona ansiosa a buscar temerosa información por internet acerca de lo que “supuestamente le podría pasar” o incluso le pasará. Que sea tan influenciable, además, hace que sea una persona enormemente susceptible.