Ello se debe a que las células adiposas segregan moléculas que favorecen la resistencia a la insulina, un proceso que hace que el azúcar en la sangre se eleve, además de propiciar la inflamación, alterar la respuesta inmunitaria y dañar la capa interna o endotelio de los vasos sanguíneos.
Quienes sufren diabesidad han nacido con un páncreas que produce insulina en la cantidad adecuada y funciona bien.
Pero debido a la obesidad esa insulina que antes cumplía bien su papel en el organismo ahora se produce en cantidades desorbitada, los músculos a los que tiene que llevar la glucosa se vuelen resistentes a esta hormona y se produce un aumento del nivel de glucosa en la sangre, en lo que se denomina diabetes II.
La acción continua de este explosivo cóctel supone serias consecuencias para la salud a mediano plazo, ya que afecta negativamente el funcionamiento cardiovascular, renal y ocular.
El número creciente de personas que tienen este doble trastorno preocupa a los endocrinólogos, porque la diabetes tipo II sólo se aparecía entre personas de mediana edad o mayores, pero ahora ha aumentado el número de casos en todas las edades y cada vez se diagnostica en enfermos más jóvenes, sobre todo en los niños y adolescentes gordos y muy gordos.